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  • Textos / Tejidos

Lucy, un cuento de Jamat Horeb



Tengo seis años, lo sé porque mi nana me lo dice. Ella sabe todo en el mundo, mi edad, mi nombre, mi comida favorita, mi hora de dormir, y también sabe su edad y su nombre. Vivo con mis padres en una granja vaquera. Mi madre sufre de dolores en algo que le llaman vertebras, yo no sé qué sea, pero mi nana dice que queda en el lugar donde mi mano no alcanza a tocar la espalda, así me estire y agache, yo creo que es imaginario y que este dolor de mi madre también lo es, pues no llora ni se queja. Incluso cuando mi papá le da masajes con el cinturón para que deje de sentir ese dolor, ella no llora, solo mira el suelo, porque piensa que esto la va a sanar. Cuando a mí me dan con el cinturón yo lloro y me quejo, me duele y sé que hice algo mal, pero mi madre siempre se porta bien, por eso le pregunté a mi nana sobre este remedio y ella me dice que es una terapia agresiva, que solo se usa en matrimonios con enfermedad y decadencia. No entiendo por qué mi madre no llora, a mí no me gustan las medicinas ni los remedios.  Mi papá la golpea todas las noches sobre su espalda excepto cuando va a la ciudad y no vuelve sino al otro día, con su ropa sucia y olores que no reconozco. Nana dice que busca nuevas vacas para unir a su ganado y por eso llega tan cansado y oliendo a potrero.  Tengo seis años y el sufrimiento es llorar por dolor y aceptar las medicinas.


Hoy mi padre trajo una nueva vaca al corral, yo la vi desde mi ventana, mi nana dice que es una vaca Jersey, no pregunte que significaba, pues ya había oído a mi padre hablar con la cocinera, “la vaca de arriba no dice nada, solo se queda quieta y me mira mientras llevo el cinto”, por eso supe que Jersey quería decir callada. Lucy era pelirroja, desde mi ventana no podía saber su tamaño, pero creo que era igual de grande que mis cinco dedos colocados frente a mi nariz. 


No puedo tocar a Lucy, pero creo que le caigo bien, siempre que me asomo a la ventana ella está ahí en el mismo lugar para saludarme. Desde que ella está en el corral yo siempre voy a esa ventana, desde allí veo a Lucy en su lugar y a mi madre en la silla de su alcoba, creo que ella también se alegra de verme, pues está en su silla cuando voy a la ventana. Me alegra poder saludar a Lucy y ver a mamá, aunque ninguna me dice mucho, las dos son muy Jerseys. Mi nana me explica que los animales no hablan español, sino otro idioma que es muy difícil de aprender, por eso no entiendo a Lucy. Estaba arropado y mi nana apagó la luz, no podía dormir, pensaba en hablar con Lucy y que ella me enseñara a hablar con las demás vacas, pollos y cerdos de la granja, de un momento a otro me coloque muy triste, pues a Lucy la tenía fuera y no podía enseñarme y a mi madre que la tengo cerca, creo que ella también habla otro idioma, de pronto el mismo que Lucy.


Estaba un sábado en el pasillo cuando oí un ruido muy fuerte, me asusté y corrí a ver a mi nana, ella me dijo que no era nada, que eso siempre sucede en la granja, son las vacas que están siendo llevadas al  matadero. ¿Qué es un matadero?, “es un lugar de donde no se regresa”. Entendí que un matadero era una escuela sin timbre de salida, pobre la vaca que tuvo que irse a aprender las sumas. Así con ruidos duramos otros días, pero ya no me asustaba, pues sabía lo que sucedía. Mi nana me ayudaba con todas mis preguntas, ella decía que mi madre me amaba mucho, y que mi padre también, pero que cada uno tenía asuntos. Mi  padre con la granja y mi madre con su salud, el rostro de mi madre era blanco y con los ojos caídos, a veces movía la cabeza para pedir agua.


 Mi nana me dio una foto de Lucy, tanto quería tocarla y esa fue la única manera, Lucy tenía los ojos como mi madre, eran caídos y profundos. Nana, nana, corrí a decirle que tenían los mismos ojos, mis dos amigas tenían ojos iguales, mi nana me respondió “ son ojos de alguien que sabe lo que viene”, yo estaba ansioso por saber que vendría y tener los ojos así, podríamos decir que somos un club secreto. Un día, ya de costumbre para mí, se oyó ese ruido de nuevo, otra vaca, otra vaca y ya. Unas horas después me fui a la ventana, pero Lucy ya no estaba en el corral, me desespere, creí que algo le había sucedido, grite y mi nana me grito desde el pasillo, “A la roja se la llevaron hoy pal matadero” No pude contener mis lágrimas, no volvería a ver a Lucy, ella tenía que aprender a sumar y yo ya sabía contar hasta el cien, pobre Lucy, no pude enseñarle nada. Ahora ella está en esa escuela sin fin, donde no podre verlas más. Es noche no pude dormir por la culpa, no aprendí a hablarle, no le enseñe las sumas, no supe nada de Lucy, solo que era roja y era como mi palma.


Al día siguiente se oyó mucho ruido en el pasillo, yo ya estaba dormido pero el ruido me despertó, no entendí porque tanto ruido, todo estaba como siempre, mi padre y madre con sus terapias, nana en su cuarto y yo en el mío. Decidí pararme y mirar por debajo de la puerta, habían varias personas, un poco de llanto de mi nana, mi padre gritaba a alguien. A la mañana siguiente mi madre no estaba en su silla y mi nana solo dijo “los ojos mi niño”, me llene de alegría, Lucy no estaría sola, mi madre se fue a sumar con ella, pudo caminar e irse, un día me iré con ellas, así todos estaremos en ese lugar del cual no se vuelve, pero estaríamos juntos.




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